miércoles, 26 de mayo de 2010

Es posible ser solidario en la competencia?

Abrimos una nueva sección en el blog donde expondremos diversos temas referentes a la formación de los niños dentro del fútbol infantil. Aunque su objetivo es informar a los formadores y padres creemos muy interesante su lectura y posterior aporte de distintos pensamientos.
Estos artículos fueron escritos y cedidos, con enorme generosidad, por nuestro amigo el Profesor Martín Feldman que ha trabajado durante mas de 25 años en la prestigiosa escuela de Claudio Marangoni.

"Los valores educativos de la competencia se fundamentan, principalmente, en la posibilidad de demostrar las cualidades individuales y grupales en una situación compleja de prueba, en la cual se ponen de manifiesto una serie de variables componentes de una globalidad en la que se insertan las capacidades, intereses, pensamientos y sentimientos individuales en función de un logro, resultado o rendimiento.
La preparación para la competencia es un elemento primordial con vistas al desempeño en dicho momento, pero los resultados, en ocasiones, constituyen un elemento evaluativo del proceso previo y condicionan, en cierta medida, la continuidad de dicho proceso.
La sociedad actual, moderna, es netamente competitiva, en todos los órdenes de la vida diaria. Como docentes no podemos escaparnos de esta realidad y tenemos que buscar las diferentes alternativas para adaptar nuestra tarea a los valores circunstanciales.
Los modelos que los niños tienen a su alcance, por ejemplo los deportistas de alto rendimiento, no constituyen una ayuda a tener en cuenta, ya que sin lugar a dudas la actividad competitiva en ese nivel deja escaso margen para las actitudes solidarias, o por lo menos estas no son las más frecuentes.
Si bien no es posible generalizar, en la competencia de los niños podemos observar algunas actitudes preocupantes desde una perspectiva educativa.
Ante un objetivo en común, cada integrante del equipo presenta intereses y motivaciones personales. Mientras que para alguno el hecho de jugar ya es suficiente, otros necesitan el triunfo como única forma de sentirse satisfechos. También encontramos aquellos que muestran una enorme ansiedad por trascender o jugar mejor que el resto de sus compañeros o adversarios, lo que lo lleva a actuar con un acentuado individualismo, produciendo una diferenciación marcada en los métodos y formas empleadas para lograr los objetivos.
Este amplio abanico de comportamientos se encuentra dentro de un parámetro de conductas esperables y aceptables, pero en ocasiones estas actitudes son llevadas a un extremo, provocando situaciones conflictivas y de difícil resolución.
Encontramos entonces que el niño juega con miedo, no quiere que le entreguen la pelota, prefiere pasar desapercibido, quiere evitar al máximo los riesgos individuales, como si la responsabilidad o la culpa de un resultado adverso fuera exclusiva de él. Entonces, en lugar de disfrutar jugando sufre, y el juego se transforma de placer en sacrificio.
Generalmente este es el caso de los niños de menores capacidades, para los que la competencia puede significar una situación de presión inevitable, por ellos y por el marco que los rodea.
En el otro extremo del abanico se encuentran aquellos que buscan el triunfo a cualquier precio, para los cuales la derrota es sinónimo de fracaso. En estos casos, por lo general, también influye en gran medida el marco de desarrollo de cada uno, ya que en ocasiones se transmite el sentimiento de frustración, que concluye finalmente en una influencia totalmente negativa.
Ante este tipo de situaciones límite, se produce la inevitable comparación y posterior división. Buenos y malos, héroes y culpables, mejores y peores, son algunos de los conceptos que suelen manejarse, y aunque cada uno se encuentre dentro de un grupo, todos están de algún modo involucrados y a cada uno en alguna medida lo afectará.
En numerosas oportunidades se hace referencia al hecho de “saber perder”. Aunque sea una cuestión tal vez semántica, se debe diferenciar entre lo que puede significar el saber perder y el “aprender a aceptar la derrota”. La vivencia del resultado adverso como algo natural y posible, sin lugar a dudas significará una desdramatización del juego y permitirá al niño recuperar el deseo y el placer por realizar una actividad competitiva.
Una de nuestras misiones como educadores es la de fomentar en los niños el reconocimiento al otro, la satisfacción interna de haber dado lo mejor, la importancia de cada uno en su función más allá de la capacidad, el apoyo mutuo y el aliento del Profesor, el ensayar e intentar cualquiera sea el resultado y el tratar de jugar bien.
Concientes del valor fundamental del juego en sus diferentes manifestaciones, de los conceptos que hacen a la formación general amplia y no selectiva, podremos concluir que la competencia y la solidaridad no son de ninguna manera elementos antagónicos.
Lo más importante es poseer la voluntad de transmitir permanentemente una actitud de respeto por los compañeros, los adversarios circunstanciales, los árbitros, autoridades, espectadores y docentes, y fundamentalmente por ellos mismos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario